El miedo a la obscuridad, a los truenos, a dormir solitos, son algunos de los detonantes de las crisis emocionales que padecen los niños.
Algunos miedos pueden parecer sorpresivos y hasta ridículos para un adulto, pero también pueden convertirse en episodios perturbadores, tanto para los niños como para sus padres o cuidadores.
Cuando el niño llora desesperadamente y se angustia, intentamos “razonar” con él, explicarle que su temor no tiene fundamento, pero cuando suena el próximo trueno o llega la hora de apagar la luz, parece que el pequeño no hubiera escuchado nada de lo que hemos dicho, y realmente es así.
El niño no ha escuchado nada con la parte del cerebro “lógico” porque esa es la parte que habla el lenguaje del miedo y, en ese momento, esa parte está muy ocupada con lo que está sucediendo.
Las emociones y el lenguaje racional no comparten los mismos circuitos cerebrales. Por ello, el lenguaje metafórico que usamos en los cuentos, es un método mágico y comprobado para ayudar a resolver los miedos infantiles, evitando que se conviertan en un problema más grave, como las fobias.
Podemos acudir a la fantasía y la capacidad de sugestión de los niños porque, en esa etapa, ambas dominan la percepción del mundo que les rodea, mientras que la capacidad de razonar no se ha desarrollado lo suficiente.
Las estructuras metafóricas, los relatos y los cuentos, transportan al niño al mundo en donde se desenvuelve la historia.
En esos momentos en los que las emociones afloran, pueden moverse y reorganizarse gracias a la solución que sugiere el cuento, y eso les tranquiliza desde el “darse cuenta emocional” que ocurre cuando el niño se proyecta en las escenas de la historia que le contamos.
De esta forma, conseguimos esquivar la parte consciente, que es donde habita el problema y se genera el malestar. "Surcando los mares, sin que el cielo lo sepa".
Para tener los resultados deseados, debemos tener en cuenta que:
- El lenguaje que utilizamos cuando damos consejos al niño, en el momento en que tiene miedo, no funciona, ya que generan bucles de pensamiento que contribuyen a la construcción y permanencia del conflicto.
- Para lograr la mejoría es importante tranquilizarnos, que el niño nos perciba serenos
- Para ayudar a relajar el estado emocional del niño, puedes acompañarlo y contarle alguna historia que induzca a la respiración profunda. De esta forma, no solo lo sacas del momento presente del que tanto quiere huir, sino que queda inmerso en una terapia de respiración que le ayudará con la ansiedad.
- Los psicoterapeutas infantiles recomiendan contar un cuento que se asemeje a la circunstancia por la que ha pasado el niño, con la que pueda identificarse, pero no es recomendable hacerlo la misma noche en que ha aparecido la crisis, sino cualquier otro día aleatorio “a la hora del cuento”.
- Es posible que el pequeño te pida repetir varias veces una misma historia, ¡hazlo! Un niño será capaz de sacar el máximo provecho de lo que la historia le ofrece sólo después de haberlo oído repetidas veces y de haber dispuesto del tiempo y de las oportunidades suficientes para hacerlo. Entonces, las asociaciones referentes a la historia, le proporcionarán un significado personal y le ayudarán a enfrentarse a los problemas que lo torturan.
- Si quieres ser pro activo y prevenir episodios como los descritos anteriormente, hacer de “la hora del cuento” una rutina en casa, especialmente antes de dormir, es de gran ayuda.
- Escoge bien los cuentos, que sean adecuados para su edad, que hablen del miedo puntual que le aqueja y de cómo el protagonista pudo superarlo. Si el miedo es específico y si el protagonista es un niño como él, mejor aún.
- Al asimilar la historia, el aprendizaje estará elaborándose. Sin embargo, después debemos darle al niño pequeñas estrategias de consolidación leyendo otras historias y, poco a poco, el malestar y los síntomas irán diluyéndose. Lo que logra desarticular el miedo es el despertar emocional, alejado de la razón y del exceso de juicio.
- No le expliques la historia, ni la moraleja, solo lee con emoción, inmerso(a) en el cuento. Los niños, en un momento determinado, son capaces de ver y oír la historia. Las escenas que se forman en su mente se funden con ellos, con sus emociones y con sus afectos; convirtiéndose en los protagonistas, aunque nadie se los diga.
No necesitan explicaciones cuando la mente se desinhibe y se deja llevar por la capacidad de autosugestión. Es aquí donde la fantasía que el niño construye con lo que es real, se convierte en la solución para eliminar los miedos.
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